domingo, 25 de septiembre de 2011

BIOTERRORISMO, LA AMENAZA DE NUEVAS ARMAS




El uso de armas biológicas contra la población civil es una práctica añeja, que reavivó el temor mundial tras los atentados del 11-S y la cruzada de EU contra grupos extremistas. Pero ahora el fantasma del bioterrorismo podría adquirir un perfil inédito aún más amenazante montado en los más recientes avances de la ciencia.
Al arsenal de microbios y toxinas convencionales, clasificados, experimentados y en algunos casos usados desde hace décadas, como viruela, ébola, tularemia o ánthrax, podría sumarse un nuevo tipo de armas obtenidas mediante ingeniería genética, transferencia de ARN o biología sintética.
Esto no es descartable aunque parezca un relato de ciencia-ficción, señalan especialistas consultados, pues en todas las épocas se han aprovechado los nuevos conocimientos científicos para el diseño de armas biológicas que luego son llevadas del laboratorio a los escenarios bélicos o terroristas.
“Todo lo que se ha desarrollado desde el punto de vista biotecnológico, como virus, bacterias, enzimas u organismos modificados puede ser utilizado de esa manera”, advierte Benjamín Ruiz Loyola, de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien recuerda que cualquier conocimiento es susceptible de aplicarse al bien o al mal.

Virus y agroterrorismo
Ruiz Loyola descarta que el VIH pudiera usarse eficazmente con fines terroristas, pues su mecanismo de infección es por contacto directo (sexual, perinatal o sangre) entre personas. En cambio, dice, un virus transmisible por el aire —como el gripal H1N1— podría diseminarse con facilidad por el planeta.
El gran obstáculo, explica el profesor, es que quienes manejen tales armas tendrían que contar necesariamente con vacunas o antídotos para evitar contagiarse a sí mismos. Por ello, cree más factible —y potencialmente más peligroso— el ataque ya no contra seres humanos, sino dirigido a los insumos de los que dependemos.
“Existe una rama del terrorismo que se conoce como agroterrorismo. Consiste en atacar no directamente a los seres humanos, sino a aquello que nos provee de alimento, con microorganismos o sustancias que dañen cultivos específicos o animales”, añade el académico, ex inspector de armas químicas de la ONU en Irak.
Un ejemplo: en 2008 el Departamento de Agricultura en EU añadió a su lista de potenciales armas bioterroristas una bacteria llamada Xanthomonas oryzae, que afecta al arroz, según la agencia Nature news. No es difícil imaginar el impacto de un ataque a este cultivo, del que se produjeron 464 millones de toneladas en el globo en 2010.

Peligros emergentes
Un informe de la Academia de Ciencias en EU consigna que más allá de elaborar listas de microbios y toxinas, es preciso anticipar los peligros emergentes de un bioterrorismo de “nueva generación”. Focalizar la atención en la viruela o la toxina botulínica, advierte, puede desviar recursos para afrontar amenazas de nuevo cuño como las derivadas de la biología sintética o la manipulación del código genético.
El reporte elaborado en 2005 sugiere que pronto será posible diseñar virus patógenos con un Ácido Desoxirribonucleico (ADN) sintético, es decir, no existente en la naturaleza (ya se logró transferir material genético a una bacteria artificial, ver Conciencia, 14 de junio de 2010). También prevé la producción de sustancias inhalables que diseminarían genes dañinos específicos.
Por su parte, un ensayo publicado en la revista Nature sobre las implicaciones de la bacteria artificial generada por Craig Venter el año pasado (Life after the synthetic cell) expone la opinión de 8 especialistas en el área.
George Church, uno de los colaboradores y genetista de la Universidad de Harvard, pide una regulación estricta para este tipo de investigaciones de modo que se eviten escenarios de “bioterror o bioerror”, es decir, la liberación deliberada o accidental de agentes nocivos y desconocidos al ambiente.
Pero para el biólogo Antonio Lazcano, de la Facultad de Ciencias de la UNAM, esos temores están exacerbados y no son realistas, pues, señala, aún falta un largo camino por recorrer.

En la literatura y el cine
Los escenarios de ataques bacteriológicos no son exclusivos de las mentes terroristas: también han nutrido la imaginación literaria y cinematográfica.
Soy leyenda. Novela de ciencia-ficción-terror de Richard Matheson. Narra las consecuencias de una pandemia provocada por agentes microbianos que transforman a los infectados en vampiros.
Epidemia. Cinta de 1995 dirigida por Wolfgang Petersen. Un peligroso virus surgido en Zaire y contenido tras la intervención del Ejército de EU se sale de control debido a un mono portador que llega a este país en un barco.
Exterminio. Película británica dirigida por Danny Boyle. Narra la forma en que los ingleses se transforman en seres violentos y primitivos tras exponerse a un virus transmitido por monos liberados por defensores animales.
Cazadores de microbios. Un libro clásico de Paul de Kruif. Se trata de una obra que describe la historia de los hallazgos más importantes en el mundo de la microbiología, impulsados gracias a la invención de la lente.
Pox. Novela del médico Richard Reinkin. Cuenta los planes de 4 terroristas del Medio Oriente que tras infectarse a sí mismos con viruela en Somalia se dirigen a 4 ciudades en EU para contagiar el virus a una multitud que realiza compras en Navidad.
The Jihad Germ. Novela de “bioterrorismo y seguridad pública” de T. N. Rivers, también escenificada en EU. Una nueva arma infecciosa desata una crisis sanitaria que los políticos se esfuerzan afanosamente por contener.
El origen del planeta de los simios. Filme de Rupper Wyatt. El protagonista se lleva a casa a un mono utilizado por científicos para probar tratamientos contra el Alzheimer y cuya inteligencia ha mejorado, pero esto se convierte en una amenaza.

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