viernes, 29 de noviembre de 2013

Alumnos del 5° Magister en Análisis de Inteligencia Comunicacional. En clase de Etica de Inteligencia.




Diplomacia, inteligencia y seguridad de Estado.


 

Es indudable que la inseguridad y la incertidumbre que genera la falta de información han marcado significativamente la sociedad del siglo XXI.
Cada día nuevas amenazas, retos y desafíos a la seguridad de las sociedades obligan a las autoridades nacionales a revisar sus estructuras defensivas o preventivas, buscando, ya sea en conjunto o de manera particular, rediseñar, transformar o crear esquemas de respuestas para proveer a sus ciudadanos niveles de seguridad adecuados a las aspiraciones de progreso social y crecimiento económico.
En toda esta afanosa tarea, prioritaria en la mayoría de las estrategias nacionales, la provisión de información procesada para la toma de decisiones al más alto nivel, se convierte en una política de amplio alcance que involucra generalmente a diversos poderes y funciones públicas importantes, entre estas las entidades de seguridad y defensa, los organismos de inteligencia del nivel estratégico, y de manera muy puntual las que manejan la diplomacia.
En esta última instancia, la mayoría de los países que tienen más influencia en el ámbito internacional y que han tenido éxitos notables en la competencia  global, están entre  aquellos que han logrado revisar y adaptar con mayor eficiencia y celeridad los roles tradicionales de la diplomacia, asumiendo la prevención mediante la captación de información oportuna como una necesidad perentoria para poder competir en todos los ámbitos, ya sean estos de naturaleza política, económica, social o militar.
Por esta y otras razones, el concepto diplomacia preventiva promovido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde hace muchos años es parte integral de los esfuerzos más amplios de prevención de conflictos, y se refiere específicamente a las medidas diplomáticas que se toman en la etapa más temprana posible, y se destinan “a evitar que surjan controversias entre dos o más partes,  que las controversias existentes se transformen en conflictos y que estos, si ocurren, se extiendan”.
Basados en esta premisa, se entiende que la capacidad de prospectar  “ver” el futuro, de conocer las variables que sustentan las incertidumbres y disminuir los niveles de duda e inseguridad, son tareas fundamentales de cualquier Estado en su responsabilidad de alcanzar y mantener los objetivos deseados, para lo cual es usual que se establezcan estructuras especializadas en el ámbito de la inteligencia estratégica con la misión de obtener información anticipada relacionada con los actores y factores generadores de problemas y, en función de los intereses nacionales de seguridad, analizar los escenarios de conflictos futuros que los involucran, de manera que se puedan tomar decisiones que neutralicen o minimicen sus efectos.
En este contexto, la Inteligencia de Estado tiene valor de oportunidad, pues al lograr minimizar la incertidumbre, disminuye la percepción que se deriva de no saber qué pasa o qué pasará, convirtiéndose en un soporte importante a las políticas de seguridad nacional y a la política exterior de un país.
En el caso particular de Chile existe una “Agencia Nacional de Inteligencia”, de acuerdo a la Ley 19.974, que tocan de cerca intereses nacionales se supone muy sensibles, que debe plantear con adecuada oportunidad,  la prevención de la seguridad del estado en diversos ámbitos, la  que necesariamente debe incluir la integración al proceso de un Sistema  de Nacional de Inteligencia, constituido por todas las agencias nacionales con funciones en esta área, y coordinadas por una autoridad que centralice la producción de inteligencia e información necesarias para la toma de decisiones en el logro de los objetivos y propósitos nacionales”, independientemente de que la propia Constitución Nacional, asume su existencia como un instrumento del Estado.
En contraposición, se torna evidente que nuestro vecino más cercano siempre ha sido muy diligente y hábil en el manejo, manipulación y direccionamiento de las mejores herramientas de la información y la diplomacia, en pos de alcanzar y defender lo que entienden como sus intereses nacionales, para el efecto podemos indicar el caso de la Haya y otros problemas diplomáticos, que no hemos podido resolver en beneficio de la integridad de nuestro territorio. Sin duda que estas diplomacias han sido constantes, sostenidos, firmes y persistentes y nadie puede dudar que a ellos los guie una política de Estado que ha tenido continuidad en el tiempo.
Reconociendo críticamente esta realidad y asumiéndola como una “lección aprendida”, parece perentorio que nuestro país deberá abocarse a la definición de una política de Estado que vinculada a la inteligencia, diplomacia y seguridad de estado,  pueda establecer una adecuada estructura de captación de inteligencia estratégica, porque está claro, y para muestra basta un botón, que  como sentenció Sun Tzu hace cientos de años, “la información previa no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas; personas que conozcan de análisis de inteligencia, para evaluar la situación del mundo y prospectarlo para la toma de decisiones al más alto nivel de la nación”.

 


EL VUELO EN V DE LOS GANSOS


Se ha comprobado que cuando el pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va de tras de él. Volando en "V" la bandada completa aumenta por lo menos un 71% más su poder que si cada pájaro volara solo.

 
Cada vez que un ganso se sale de la formación siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su formación para beneficiarse del compañero que va adelante.

        Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar.  Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van adelante y mantener la velocidad. Una palabra de aliento produce grandes beneficios.

        Finalmente, cuando un ganso enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan acompañándolo hasta que está nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere, y sólo entonces los dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo.

       

 

 

Diplomacia, inteligencia y seguridad de Estado.




 

Es indudable que la inseguridad y la incertidumbre que genera la falta de información han marcado significativamente la sociedad del siglo XXI.
Cada día nuevas amenazas, retos y desafíos a la seguridad de las sociedades obligan a las autoridades nacionales a revisar sus estructuras defensivas o preventivas, buscando, ya sea en conjunto o de manera particular, rediseñar, transformar o crear esquemas de respuestas para proveer a sus ciudadanos niveles de seguridad adecuados a las aspiraciones de progreso social y crecimiento económico.
En toda esta afanosa tarea, prioritaria en la mayoría de las estrategias nacionales, la provisión de información procesada para la toma de decisiones al más alto nivel, se convierte en una política de amplio alcance que involucra generalmente a diversos poderes y funciones públicas importantes, entre estas las entidades de seguridad y defensa, los organismos de inteligencia del nivel estratégico, y de manera muy puntual las que manejan la diplomacia.
En esta última instancia, la mayoría de los países que tienen más influencia en el ámbito internacional y que han tenido éxitos notables en la competencia  global, están entre  aquellos que han logrado revisar y adaptar con mayor eficiencia y celeridad los roles tradicionales de la diplomacia, asumiendo la prevención mediante la captación de información oportuna como una necesidad perentoria para poder competir en todos los ámbitos, ya sean estos de naturaleza política, económica, social o militar.
Por esta y otras razones, el concepto diplomacia preventiva promovido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde hace muchos años es parte integral de los esfuerzos más amplios de prevención de conflictos, y se refiere específicamente a las medidas diplomáticas que se toman en la etapa más temprana posible, y se destinan “a evitar que surjan controversias entre dos o más partes,  que las controversias existentes se transformen en conflictos y que estos, si ocurren, se extiendan”.
Basados en esta premisa, se entiende que la capacidad de prospectar  “ver” el futuro, de conocer las variables que sustentan las incertidumbres y disminuir los niveles de duda e inseguridad, son tareas fundamentales de cualquier Estado en su responsabilidad de alcanzar y mantener los objetivos deseados, para lo cual es usual que se establezcan estructuras especializadas en el ámbito de la inteligencia estratégica con la misión de obtener información anticipada relacionada con los actores y factores generadores de problemas y, en función de los intereses nacionales de seguridad, analizar los escenarios de conflictos futuros que los involucran, de manera que se puedan tomar decisiones que neutralicen o minimicen sus efectos.
En este contexto, la Inteligencia de Estado tiene valor de oportunidad, pues al lograr minimizar la incertidumbre, disminuye la percepción que se deriva de no saber qué pasa o qué pasará, convirtiéndose en un soporte importante a las políticas de seguridad nacional y a la política exterior de un país.
En el caso particular de Chile existe una “Agencia Nacional de Inteligencia”, de acuerdo a la Ley 19.974, que tocan de cerca intereses nacionales se supone muy sensibles, que debe plantear con adecuada oportunidad,  la prevención de la seguridad del estado en diversos ámbitos, la  que necesariamente debe incluir la integración al proceso de un Sistema  de Nacional de Inteligencia, constituido por todas las agencias nacionales con funciones en esta área, y coordinadas por una autoridad que centralice la producción de inteligencia e información necesarias para la toma de decisiones en el logro de los objetivos y propósitos nacionales”, independientemente de que la propia Constitución Nacional, asume su existencia como un instrumento del Estado.
En contraposición, se torna evidente que nuestro vecino más cercano siempre ha sido muy diligente y hábil en el manejo, manipulación y direccionamiento de las mejores herramientas de la información y la diplomacia, en pos de alcanzar y defender lo que entienden como sus intereses nacionales, para el efecto podemos indicar el caso de la Haya y otros problemas diplomáticos, que no hemos podido resolver en beneficio de la integridad de nuestro territorio. Sin duda que estas diplomacias han sido constantes, sostenidos, firmes y persistentes y nadie puede dudar que a ellos los guie una política de Estado que ha tenido continuidad en el tiempo.
Reconociendo críticamente esta realidad y asumiéndola como una “lección aprendida”, parece perentorio que nuestro país deberá abocarse a la definición de una política de Estado que vinculada a la inteligencia, diplomacia y seguridad de estado,  pueda establecer una adecuada estructura de captación de inteligencia estratégica, porque está claro, y para muestra basta un botón, que  como sentenció Sun Tzu hace cientos de años, “la información previa no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas; personas que conozcan de análisis de inteligencia, para evaluar la situación del mundo y prospectarlo para la toma de decisiones al más alto nivel de la nación”.