sábado, 26 de julio de 2014

EL DESEMBARCO SILENCIOSO DE LOS GOLDEN BOYS CHINOS EN ARGENTINA.



Mientras la economía local espera el aluvión de inversiones desde China, una creciente generación de ejecutivos orientales ya vive y hace negocios en Argentina. Departamentos en Recoleta, herméticas pero fastuosas cenas y mucho fútbol son parte de sus hábitos. Cómo es y qué piensa el puñado de profesionales que vela por los intereses del gigante asiático en el país.

"El cielo azul. Eso no se ve en China", dice Zhang Xing, con un dejo de nostalgia y en un esforzado español, cuando se le pregunta qué es lo que más le gusta de Buenos Aires, mientras mira el Río de la Plata desde su oficina en el piso 20 de una torre en la zona de Retiro.

Analista financiero, tiene 28 años pero parece un adolescente, al igual que la mayoría de sus 140 compatriotas que llegaron desde China para trabajar en la filial local de Huawei, el gigante tecnológico asiático que se instaló en el país en el año 2004, luego de una inversión de U$S. 30 millones.

Como casi todos sus colegas, Zhang tiene perfil técnico, vive en Recoleta Buenos Aires y es parte de la creciente comunidad de ejecutivos orientales que llegó con la invasión silenciosa de la República Popular China a la Argentina y que tuvo su capítulo más resonante la semana pasada, con la visita oficial del presidente Xi Jinping, quien desembarcó con anuncios de inversión por U$S 6.800 millones y un salvavidas financiero de casi U$S 13.000 millones.

Los golden boys orientales son apenas unos 3.000 entre los más de 100.000 chinos que viven en la Argentina, según las estimaciones que aporta la embajada. Y la cifra es aún más insignificante si se los compara con los 1.350 millones de habitantes que quedaron en su lejana tierra natal.

Sin embargo, este puñado de ingenieros, administrativos y altos directivos expatriados a Buenos Aires y en algunas provincias del Interior tienen una relevancia mayúscula en una economía local necesitada de divisas: representan los intereses de la colosal economía china, la segunda más poderosa del planeta -con un PBI de U$S 13.300 billones y la segunda socia comercial de la Argentina, detrás de Brasil, con exportaciones a Oriente por U$S 6.358 millones en 2013.

"“Hoy son unos 3000, pero después de los acuerdos firmados entre ambos Gobiernos, los ejecutivos chinos en el país serán muchos más. Todos los años, 44 millones de personas, o una Argentina completa, se suma a la clase media en China”", se entusiasma, en diálogo con 3Días, Carlos Spadone, presidente de la Cámara Argentino China, entidad que ejerció de anfitriona el pasado sábado en el Hotel Intercontinental, donde una heterogénea delegación de 220 empresarios chinos intercambió tarjetas con hombres de negocios locales, antes de partir rauda a un asado en la estancia La República, del banquero Raúl Moneta, en Luján.

Según las estadísticas oficiales, desde 1949, año de la revolución comunista, hasta 1978, apenas 210.000 chinos viajaron al exterior. A razón de unos 7000 elegidos por año. Con la reforma económica y el mandato del Partido de salir a conquistar mercados, la influencia china en el mundo se volvió casi omnipresente. Hoy son cada vez más los exponentes de su voraz clase media que visitan la Argentina, aunque para los que fueron designados a radicarse en este lejano rincón de Sudamérica, el choque cultural puede ser una muralla difícil de sortear. “"Hicimos un esfuerzo grande para adaptarnos y entender la cultura argentina”", confiesa Zhang.

CAMBIO DE HÁBITOS


¡Ganbei!, grita a coro una mesa de yuppies chinos en manga de camisa antes de brindar y empinar otra copa de vino tinto. Es martes por la noche en Puerto Madero y difícilmente haya un restaurante más repleto y ruidoso que Royal China. El sofisticado reducto de cocina cantonesa es uno de los predilectos de la comunidad, que al contrario de la creencia popular, prefiere sus platos tradicionales a un jugoso bife de chorizo.

La propuesta gastronómica del restó incluye una carta de más de 150 platos que fue ideada por un equipo de seis chefs en Hong Kong quienes buscaron representar lo mejor de la cocina de la provincia de Guangdong, cuentan sus propietarios. Las empanaditas al vapor rellenas de langostinos y brotes de bambú o la carne de cerdo con berenjenas y salsa Peking son de algunas de las vedettes del salón.

"Para el hombre de negocios chino es importante poder encontrarse con su idiosincrasia y sus costumbres”", explica Victoria Monín, directora de Ventas Corporativas del Sheraton. La cadena hotelera estadounidense fue pionera en el país en instalar un china desk especial para turistas orientales. "Desde 2012 tenemos empleados que hablan chino, desayuno con comida china y reciben un kit de bienvenida con pantuflas y una tetera en cada habitación. Además ofrecemos un canal de televisión chino y el diario en su idioma", cuenta Monín sobre el programa de fidelización. Hoy el hotel es el lugar elegido por la mayoría de los ejecutivos que llegan desde Pekín o Shanghai. De hecho, es un secreto a voces que las dos últimas delegaciones presidenciales chinas se alojaron en el tradicional establecimiento de Retiro.

Si bien en la ciudad abundan los restaurantes orientales, el otro establecimiento que se disputa el paladar de los empresarios es Shi Yuan, un enclave cantonés en pleno Recoleta, donde pueden encontrarse desde turbios estanques con peces hasta mozos añejos que refufuñan entre el castellano y el mandarín.

"Extrañan su tierra y extrañan la comida china. Nosotros tenemos un comedor especial donde almuerzan y cenan platos típicos", agrega Norberto Martínez, COO de Huawei en la Argentina, donde Zhang y sus compatriotas hasta formaron un equipo de fútbol que desafía por ahora con poco éxito a sus pares locales.

Pero el gastronómico no es el único rubro conmocionado por la invasión oriental. El sector inmobiliario también busca captar a la incipiente clase media china que se instala en el país. Mientras que los técnicos y administrativos eligen la zona de Recoleta y Retiro, por la cercanía con sus oficinas, los altos ejecutivos alquilan en Puerto Madero, dicen en el mercado. Una curiosidad: la mayoría llega sin su familia y suelen compartir los hogares con compañeros de trabajo.

"Por lo general, buscan departamentos amueblados. Son austeros y no muy exigentes en cuanto a amenities”, dice Iruri Izrastzoff", responsable de marketing de Izrastzoff Bienes Raíces, que trabaja con inquilinos de multinacionales de capitales chinos. Por unos tres ambientes en estos barrios, llegan a pagar entre $ 10.000 y $ 12.000 por mes.

Al respecto, los interlocutores de los chinos deslizan una cuestión que impacta directamente en la calidad de la estadía de muchos de estos ejecutivos: ante la imposibilidad de girar dividendos al exterior, por el cepo impuesto por el Gobierno, muchas compañías optan por invertir en mejores sueldos, oficinas y otros beneficios a sus empleados expatriados.

Por su parte, Izrastzoff agrega: "Nos llegan cada vez más consultas. Cuando encuentran un proveedor de servicios que les cumple, son muy fieles".

CÓDIGOS DE ORIENTE


La confianza es la palabra clave a la hora de hacer negocios con los chinos, coinciden los economistas, abogados y empresarios consultados por 3Días para esbozar un perfil de esta nueva élite que se está convirtiendo en una impensada tribu urbana en Buenos Aires.

"Todo se basa en la confianza por sobre la excelencia; por más que les importe mucho los resultados", cuenta fuera de micrófono un consultor local que hoy trabaja casi exclusivamente con clientes del gigante asiático. Y agrega: "Priorizan trabajar con otras empresas chinas, si es que pueden. Por ejemplo, en el sector energético, los proveedores de servicios chinos son llevados de la mano por las petroleras de su país".

Para Martinez, de Huawei, en China tienen sus códigos, fundamentalmente con el tema de la confianza: a diferencia de nuestra cultura, al chino le toma mucho más tiempo entrar en confianza. Es su forma de hacer negocios: no concibe cerrar un trato si no considera al otro su amigo”.

De ahí que las largas sobremesas regadas de abundante alcohol sean consideradas casi un acto protocolar. "Hay que emborracharse todas las veces que ellos quieran. Conozco un chino que me decía que tomaba 250 ml de alcohol diarios, solo por trabajo", se ríe otro empresario que acompañó la histórica visita del mandatario Xi Jinping.

En tanto, la barrera idiomática parece no ser tal. La lengua por excelencia para integrarse con los porteños es el inglés. Los más voluntariosos se animan al español y toman clases en las propias empresas. "Eso sí, los mayores andan todo el día con intérprete, sobre todo los de alto rango", distingue Spadone.

Mientras la Argentina espera el aluvión de las millonarias inversiones chinas, una impensada generación de golden boys orientales ya vive y hace negocios en Argentina. Como dice Zhang, será cuestión de adaptarse y animarse a cruzar la muralla.

 

 

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