La
aparición de las nuevas islas es un dramático cambio en una larga disputa territorial
en la región entre China, Filipinas, Malasia, Taiwán y Vietnam.
Sólo
China y Taiwán lo reclaman todo: no sólo las islas Spratly sino también los
arrecifes Scarborough (o de la Democracia) y las islas Paracelso. Filipinas y
Vietnam reclaman también grandes extensiones que incluyen gran parte de las
Spratly.
A
principios de este año, la presencia china en las islas Spratly se limitaba a
un puñado de bloques de hormigón sobre atolones de coral. Ahora, se están
construyendo islas sobre cinco arrecifes.
Es
más, de uno de ellos parece estar emergiendo una base aérea con una pista
suficientemente grande para que la usen aviones de combate.
La
estrategia sirve para hacer frente a un grave déficit de los chinos en la zona.
De todos los países que reclaman porciones del Mar de China Meridional, es el
único que no tiene bajo su control una isla real.
Los
chinos sólo tienen arrecifes. El de Johnson Sur lo tomó en 1988 tras una
sangrienta batalla que dejó 70 marinos vietnamitas muertos. Desde entonces, ha
evitado cualquier confrontación militar.
Durante
décadas, pareció una cuestión más bien latente, pero en 2012 el Partido
Comunista reclasificó la zona como de "interés nacional esencial".
Eso sirvió de adelanto a que de hecho se dispone a hacer valer sus intereses.
Ahora
Pekín parece haber decidido que llegó el momento de seguir adelante con su
reclamación por la vía de hecho: una cadena de islas y lo que virtualmente será
un portaaviones insumergible.
Filipinos en medio de la nada
El
Mar de China Meridional está lleno de extraños puntos con bases militares y
colonias civiles. Es complicado descifrar qué es qué y quién controla qué.
Vietnam
tiene ocho puestos permanentes, Malasia también varios a las afueras de la
costa de Borneo y China, hasta ahora, siete.
Filipinas
tiene nueve, uno de ellos es Pagasa. Desembarcar allí es un auténtico alivio
tras dos días y dos noches navegando entre óxidos.
Pagasa
es una minúscula isla de aguas cristalinas y arenas blancas, está lejos de
Filipinas y de Vietnam, y mucho más del resto del mundo.
El
estado la compró después de obligar a venderla por una suma simbólica a un
excéntrico hombre de negocios, Tomas Cloma, que la ocupó en 1956 y la llamó
"Freedomland" ("Tierra de la libertad").
La
intención de Manila era convertirla en un bastión militar. Pero hoy, los
búnkeres de hormigón se deslizan hacia el mar y las baterías antiaéreas están
oxidadas. Sólo la pista de aterrizaje sirve.
Quedan
30 infantes de marina en la base. Cuando voy a visitar al comandante, a las
diez de la mañana, está durmiendo. Ya por la tarde, todavía con cara de sueño,
me recibe.
"Eso
es información clasificada", responde cuando le pregunto con qué armamento
cuenta para defender el enclave. Miro alrededor, no parecen más que unos
cuantos rifles.
No
podrían hacer nada si un día el ejército chino decide borrarlos del mapa.
Pero
su activo más importante son las 30 familias que viven en el lugar. Según
Manila, son 200 personas, pero sólo encuentro unas cien. Tienen comida y casa
gratis, además hay una escuela para los niños.
Mary
Jo llegó para montar un negocio de pesca pero se arruinó. Aceptó el trabajo de
administradora de la isla. Tiene grandes planes, sólo que no cuenta con
suficientes fondos.
"Los
chinos tienen tanto dinero", lamenta. "Nosotros tenemos poco, pero es
importante que sigamos aquí. Si no, me parece que los chinos vendrían".
Porque una cosa es
dispararles a soldados, como hizo China en 1988, y otra bien distinta es
hacerlo sobre mujeres y niños.
Poderío chino
China
está al inicio de su floreciente poderío naval. La velocidad del cambio es
enorme. Pekín construye barcos de guerra y submarinos más rápido que ningún
otro país, incluido Estados Unidos. Ya está en camino un segundo portaaviones.
De
momento, la fuerza naval de EE.UU. sigue siendo mucho mayor y más poderosa,
pero se acercan a mayor velocidad de lo que nadie esperaba.
Y
lo que pasa en el Mar de China Meridional es una expresión de las intenciones
de Pekín: dominar mar y aire de la "primera cadena de islas".
A
largo plazo, China quiere ir más allá de Filipinas y del sur de Japón hasta la
"segunda cadena de islas": Palau, Guam y las Marianas.
Eso
sería un cambio cataclísmico en los equilibrios de poderes del Pacífico
occidental.
En
los últimos 70 años, los estadounidenses no habían sido retados por nadie en la
zona.
Ahora,
por primera vez, un nuevo poder emerge y tiene no sólo la voluntad sino todo lo
necesario para desafiar el dominio militar de Washington. Es improbable que en
el camino no se desate alguna tormenta.
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