Los
planes para reconstruir una iglesia en Alemania que ha sido relacionada con
Hitler y el ascenso del partido Nazi han divido al país y reavivado la
discusión sobre cómo lidia la nación con su pasado.
Los
edificios no son sólo cemento y ladrillos, sino que tienen significado: dicen
algo. Si usted tiene dudas puede pensar en esta polémica, que se escenifica en
la ciudad de Potsdam.
La
iglesia de la Guarnición, o Garnisonkirche en alemán, era la parroquia y
regimiento de la familia real prusiana. Bach todavía tocaba el órgano allí y
los reyes de Prusia, incluyendo a Federico el Grande, fue enterrado allí.
Pero
también fue la iglesia en la que Hitler fue legitimado ante los ojos de la clase
alta de Alemania.
El 23
de marzo de 1933 los nazis orquestaron una actuación propagandística que
trasformó a Hitler de pequeño hombre vulgar -como lo veía la élite- a alguien
que respetaban. "El Día de Potsdam", como es conocido, abrió el
camino para que Hitler tomara el poder.
Así que
no es extraño el revuelo que ha causado el asunto.
La
iglesia fue parcialmente destruida por la fuerza aérea británica en 1945 y
luego fue demolida en 1968 por lo dinamiteros oficiales de la Alemania Oriental
comunista. Ahora se está recolectando dinero para reconstruirla. Ya fue
colocada la primera piedra.
"Para
mí esta iglesia es un símbolo del mal", dice Maximiliano Dalichow, que fue
criado en Potsdam y se opone a las obras de construcción.
"Es
el lugar donde nació el Tercer Reich, donde llegó a existir".
El Día de Potsdam.
No hay
duda de que fue un día infame. En el Día de Potsdam, en 1933, Hitler, líder del
partido más grande del recién elegido Parlamento alemán, se inclinó, al parecer
con humildad, ante el presidente del país, Paul von Hindenburg.
El
líder nazi, vestido con un traje civil en vez de uniforme militar, estrechó la
mano de Hindenburg en un gran gesto de falsa humildad que fue filmado para su
posterior distribución masiva.
En una
manera muy moderna, la ceremonia, que terminó con aplausos y ovaciones, fue
diseñada por el maestro de la propaganda nazi Josef Goebbels. Él se aseguró de
que el gran acto de engaño fuera presentado en todos los cines del país.
Goebbels
transformó al pequeño hombre del que se burlaban quienes se sentían superiores
socialmente en un líder aceptable que todos podían seguir.
No es
extraño que algunos ahora digan que el lugar donde ocurrió ese evento tan
siniestro no debería recrearse.
Alineados
contra ellos, y en favor de reconstruir la iglesia, están algunos de los más
destacados miembros de la élite política y cultural de Alemania, de la
canciller Angela Mérkel para abajo.
"Esta
es una de las más extraordinarias iglesias de la época barroca y es, a la vez,
el lugar más polémico. Nos enfrentamos a las ambigüedades de la historia
alemana, mucho más que en cualquier otro lugar en el país", dice Wolfgang
Huber, exobispo de Berlín-Brandeburgo y presidente de la comisión encargada de
la reconstrucción.
"Para
mí este es un lugar muy importante para el trabajo de paz y la
reconciliación", dice.
Huber
quiere que la iglesia muestre cómo edificios nuevos, llenos de esperanza,
pueden levantarse del polvo. El interior de la edificiación serviría como un
espacio a la memoria, haciendo exposiciones del pasado de Alemania.
Al
demoler las ruinas de la iglesia en 1968, el líder de la República Democrática
Alemania (RDA), Walter Ulbricht, sentía que no encajaba dentro de la concepción
atea de la utopía socialista que estaba construyendo.
Hoy
Huber siente que la reconstrucción de la iglesia sería una victoria sobre los
destructores: "Dejar el lugar vacío significaría darle una victoria a
Goebbels, quien orquestó el Día de Potsdam, y otra a Ulbricht", asegura.
UN DEBATE MÁS COMPLEJO
El
debate es complejo. Es, por supuesto, sobre si una iglesia donde fue perpetrado
tal acto pagano debería ser reconstruida. Pero se trata también de dinero y
clase en la nueva Alemania.
Potsdam
fue alguna vez una ciudad poco elegante del este de Alemania. Su esplendor
barroco -de cúpulas y agujas doradas que se reflejeban sobre el lago- fue
destruido o abandonado, y no había nostalgia para revivir su gloria real.
Pero
con la caída del comunismo, se convirtió en un imán para el dinero. El lugar de
segunda residencia de los ricos de Berlín. Bajo el comunismo, las villas en el
lago -convertidas en viviendas de gente común- fueron compradas y destinadas de
nuevo a la gente con dinero, como antes de la guerra.
A
algunos de los residentes del Potsdam comunista les importa esto. Se sienten
excluidos.
Maximiliano
Dalichow dice: "Yo no quiero volver a la RDA, es sólo la sensación de ser
expulsado, de que me han quitado el derecho a vivir en un área que, en
condiciones de libre mercado, obviamente, pertenece al 0,5%".
"Allí
vivía gente normal y ahora ninguno de mis amigos que crecieron allí pueden
hacerlo. Es un área exclusiva de millonarios", agrega.
Esto no
es un sentimiento poco común en el este de Alemania. Hay pocos -si es que los
hay- que quieren la RDA de vuelta, pero hay personas que no se sienten en casa
en la nueva Alemania. Y la disputa por la Iglesia Garrison despierta la sensibilidad.
Dalichow
siente que la controversia es sobre la forma que Alemania asume su pasado. Cree
que se trata de recrear Alemania como el país que era antes de los nazis y de
los comunistas que la destruyeron, de recrear Potsdam como la linda ciudad pequeña
para turistas y millonarios recién llegados.
"La
gente de Potsdam tiene la sensación de que este proyecto es de personas que
creen que tienen mejores ideas que ellos de lo que debería ser Potsdam. Ellos
lo ven como un lugar pintoresco que nunca fue destruido, básicamente
pretendiendo que la Segunda Guerra Mundial nunca ocurrió. Y eso no me
gusta".
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