Mientras la economía local espera
el aluvión de inversiones desde China, una creciente generación de ejecutivos
orientales ya vive y hace negocios en Argentina. Departamentos en Recoleta, herméticas
pero fastuosas cenas y mucho fútbol son parte de sus hábitos. Cómo es y qué
piensa el puñado de profesionales que vela por los intereses del gigante
asiático en el país.
"El cielo
azul. Eso no se ve en China”", dice
Zhang Xing, con un dejo de nostalgia y en un esforzado español, cuando se le
pregunta qué es lo que más le gusta de Buenos Aires, mientras mira el Río de la
Plata desde su oficina en el piso 20 de una torre en la zona de Retiro.
Analista
financiero, tiene 28 años pero parece un adolescente, al igual que la mayoría
de sus 140 compatriotas que llegaron desde China para trabajar en la filial
local de Huawei, el gigante tecnológico asiático que se instaló en el país en el
año 2004, luego de una inversión de U$S. 30 millones.
Como casi todos
sus colegas, Zhang tiene perfil técnico, vive en Recoleta Buenos Aires y es
parte de la creciente comunidad de ejecutivos orientales que llegó con la
invasión silenciosa de la República Popular China a la Argentina y que tuvo su
capítulo más resonante la semana pasada, con la visita oficial del presidente
Xi Jinping, quien desembarcó con anuncios de inversión por U$S 6.800 millones y
un salvavidas financiero de casi U$S 13.000 millones.
Los golden boys
orientales son apenas unos 3.000 entre los más de 100.000 chinos que viven en
la Argentina, según las estimaciones que aporta la embajada. Y la cifra es aún
más insignificante si se los compara con los 1.350 millones de habitantes que
quedaron en su lejana tierra natal.
Sin embargo, este
puñado de ingenieros, administrativos y altos directivos expatriados a Buenos
Aires y en algunas provincias del Interior tienen una relevancia mayúscula en
una economía local necesitada de divisas: representan los intereses de la
colosal economía china, la segunda más poderosa del planeta -con un PBI de U$S 13.300
billones y la segunda socia comercial de la Argentina, detrás de Brasil, con
exportaciones a Oriente por U$S 6.358 millones en 2013.
"“Hoy son
unos 3000, pero después de los acuerdos firmados entre ambos Gobiernos, los
ejecutivos chinos en el país serán muchos más. Todos los años, 44 millones de
personas, o una Argentina completa, se suma a la clase media en China”",
se entusiasma, en diálogo con 3Días, Carlos Spadone, presidente de la Cámara
Argentino China, entidad que ejerció de anfitriona el pasado sábado en el Hotel
Intercontinental, donde una heterogénea delegación de 220 empresarios chinos
intercambió tarjetas con hombres de negocios locales, antes de partir rauda a
un asado en la estancia La República, del banquero Raúl Moneta, en Luján.
Según las
estadísticas oficiales, desde 1949, año de la revolución comunista, hasta 1978,
apenas 210.000 chinos viajaron al exterior. A razón de unos 7000 elegidos por
año. Con la reforma económica y el mandato del Partido de salir a conquistar
mercados, la influencia china en el mundo se volvió casi omnipresente. Hoy son
cada vez más los exponentes de su voraz clase media que visitan la Argentina,
aunque para los que fueron designados a radicarse en este lejano rincón de Sudamérica,
el choque cultural puede ser una muralla difícil de sortear. “"Hicimos un
esfuerzo grande para adaptarnos y entender la cultura argentina”",
confiesa Zhang.
CAMBIO DE HÁBITOS
¡Ganbei!, grita a
coro una mesa de yuppies chinos en manga de camisa antes de brindar y empinar
otra copa de vino tinto. Es martes por la noche en Puerto Madero y difícilmente
haya un restaurante más repleto y ruidoso que Royal China. El sofisticado
reducto de cocina cantonesa es uno de los predilectos de la comunidad, que al contrario
de la creencia popular, prefiere sus platos tradicionales a un jugoso bife de
chorizo.
La propuesta
gastronómica del restó incluye una carta de más de 150 platos que fue ideada
por un equipo de seis chefs en Hong Kong quienes buscaron representar lo mejor
de la cocina de la provincia de Guangdong, cuentan sus propietarios. Las
empanaditas al vapor rellenas de langostinos y brotes de bambú o la carne de
cerdo con berenjenas y salsa Peking son de algunas de las vedettes del salón.
"Para el
hombre de negocios chino es importante poder encontrarse con su idiosincrasia y
sus costumbres”", explica Victoria Monín, directora de Ventas Corporativas
del Sheraton. La cadena hotelera estadounidense fue pionera en el país en
instalar un china desk especial para turistas orientales. "Desde 2012
tenemos empleados que hablan chino, desayuno con comida china y reciben un kit
de bienvenida con pantuflas y una tetera en cada habitación. Además ofrecemos
un canal de televisión chino y el diario en su idioma", cuenta Monín sobre
el programa de fidelización. Hoy el hotel es el lugar elegido por la mayoría de
los ejecutivos que llegan desde Pekín o Shanghai. De hecho, es un secreto a
voces que las dos últimas delegaciones presidenciales chinas se alojaron en el
tradicional establecimiento de Retiro.
Si bien en la
ciudad abundan los restaurantes orientales, el otro establecimiento que se
disputa el paladar de los empresarios es Shi Yuan, un enclave cantonés en pleno
Recoleta, donde pueden encontrarse desde turbios estanques con peces hasta
mozos añejos que refufuñan entre el castellano y el mandarín.
"Extrañan su
tierra y extrañan la comida china. Nosotros tenemos un comedor especial donde
almuerzan y cenan platos típicos", agrega Norberto Martínez, COO de Huawei
en la Argentina, donde Zhang y sus compatriotas hasta formaron un equipo de
fútbol que desafía por ahora con poco éxito a sus pares locales.
Pero el
gastronómico no es el único rubro conmocionado por la invasión oriental. El
sector inmobiliario también busca captar a la incipiente clase media china que
se instala en el país. Mientras que los técnicos y administrativos eligen la
zona de Recoleta y Retiro, por la cercanía con sus oficinas, los altos
ejecutivos alquilan en Puerto Madero, dicen en el mercado. Una curiosidad: la
mayoría llega sin su familia y suelen compartir los hogares con compañeros de
trabajo.
"Por lo
general, buscan departamentos amueblados. Son austeros y no muy exigentes en
cuanto a amenities”, dice Iruri Izrastzoff", responsable de marketing de
Izrastzoff Bienes Raíces, que trabaja con inquilinos de multinacionales de
capitales chinos. Por unos tres ambientes en estos barrios, llegan a pagar
entre $ 10.000 y $ 12.000 por mes.
Al respecto, los
interlocutores de los chinos deslizan una cuestión que impacta directamente en
la calidad de la estadía de muchos de estos ejecutivos: ante la imposibilidad
de girar dividendos al exterior, por el cepo impuesto por el Gobierno, muchas
compañías optan por invertir en mejores sueldos, oficinas y otros beneficios a
sus empleados expatriados.
Por su parte,
Izrastzoff agrega: "Nos llegan cada vez más consultas. Cuando encuentran
un proveedor de servicios que les cumple, son muy fieles".
CÓDIGOS DE ORIENTE
La confianza es la
palabra clave a la hora de hacer negocios con los chinos, coinciden los
economistas, abogados y empresarios consultados por 3Días para esbozar un
perfil de esta nueva élite que se está convirtiendo en una impensada tribu
urbana en Buenos Aires.
"Todo se basa
en la confianza por sobre la excelencia; por más que les importe mucho los
resultados", cuenta fuera de micrófono un consultor local que hoy trabaja
casi exclusivamente con clientes del gigante asiático. Y agrega:
"Priorizan trabajar con otras empresas chinas, si es que pueden. Por
ejemplo, en el sector energético, los proveedores de servicios chinos son
llevados de la mano por las petroleras de su país".
Para Martinez, de
Huawei, en China tienen sus códigos, fundamentalmente con el tema de la
confianza: a diferencia de nuestra cultura, al chino le toma mucho más tiempo
entrar en confianza. Es su forma de hacer negocios: no concibe cerrar un trato
si no considera al otro su amigo”.
De ahí que las
largas sobremesas regadas de abundante alcohol sean consideradas casi un acto
protocolar. "Hay que emborracharse todas las veces que ellos quieran.
Conozco un chino que me decía que tomaba 250 ml de alcohol diarios, solo por
trabajo", se ríe otro empresario que acompañó la histórica visita del
mandatario Xi Jinping.
En tanto, la
barrera idiomática parece no ser tal. La lengua por excelencia para integrarse
con los porteños es el inglés. Los más voluntariosos se animan al español y
toman clases en las propias empresas. "Eso sí, los mayores andan todo el
día con intérprete, sobre todo los de alto rango", distingue Spadone.
Mientras la
Argentina espera el aluvión de las millonarias inversiones chinas, una
impensada generación de golden boys orientales ya vive y hace negocios en
Argentina. Como dice Zhang, será cuestión de adaptarse y animarse a cruzar la
muralla.